sábado, 2 de marzo de 2013

LA CASA DEL TAPUGON

La Casa de Tapugón (canto en prosa)1998 LA CASA DE TAPUGON (canto en prosa) 1998, en donde el autor se encuentra con la naturaleza y nos recrea esbozando los paisajes coloriados con dulzura, revive y rememora nostálgicas escenas del pasado, con un manejo estético y retórico del realismo mágico literario, de ágil, brillante, propio y depurado estilo, lleno de ternura, dándoles matices poéticos, con un lirismo rítmico y sonoridad musical, característica de una verdadera obra poética en prosa. (págs.23,24,25,26 y 27) ESPERA DEL TIEMPO (viaje de Lima a Tauca) El blanco gris del cielo de Lima, lánguido y apagado se adentraba friolentamente en las fisuras del decidido deseo de los viajantes; quienes friccionando las manos y bien protegidos del invierno, aguardaban el momento del desplazamiento vehicular; como quién vuelve otra vez, al lugar de donde hace algunos años atrás, partió alzando vuelo en busca de la esperanza. Era un primer día del mes de Agosto, que viajaban los hijos de TAUCA, residentes en la ciudad de Lima, capital de la República; con destino a la fiesta patronal de Santo Domingo de Guzmán, que se acostumbra celebrar anualmente, en la primera semana del mes antes referido. El viaje se realizaba, en el único vehículo de transportes interprovincial de pasajeros “Montero”, que salía dos veces por semana, de la ciudad de Lima, con destino a la ciudad de TAUCA y viceversa (actualmente hay otras empresas más que se disputan la ruta, con mayor frecuencia y modernidad). Todos los pasajeros, abordaban con prisa y preocupados en sus equipajes; algunos meditabundos y abstraídos en sí mismo, como quién ocultara algo en sus adentros y llorara sus recuerdos en el extremo de la alegría. Y después, de varias horas, de incomodo viaje: se amanecía fatigado y cansado, bordeando la curva carretera de tierra afirmada, de la vertiente o de la cuesta de Calaball; momentos más tarde, ya se observaban a lo lejos, las faldas de los cerros, que a los extremos se iban quedando: el río de Tablachaca al fondo, Calipuy al frente. La Galgada, Quiroz, Cocabal, Matal y Ancos, hacia más abajo; Llapo y Santa Rosa (antes Cajamala) al otro extremo del río de Ashoc, que va dar sus aguas al río de Tablachaca y éste, al río Santa caudaloso, a la altura de la antigua estación del ferrocarril de Chuquicara. El amanecer se había desparramado, cual ramilletes de flores anaranjadas, sobre los cerros circundantes; tiñéndose rápidamente de púrpura limón sus cumbres y de claras sombras sus valles; desprendiéndose la naturaleza toda, de su sueño de aurora, para cantar en los árboles y en los tejados de todo el Distrito de TAUCA, la fervorosa alegría de fiesta, esperada por los visitantes limeños que recientemente iban arribar. Después, de serpentear el paraje o el lugar denominado Ticapampa; y luego, de bordear Colgayunga; abrí las polvorientas lunas del vehículo, en el que viajaba y ansioso, distinguía a lo lejos, al frente la ciudad de Cabana, con la mayoría de sus techos de calamina, fosforeaba como la misma nevada, recostada en su vertiente, esperando los rayos del sol. Inmediatamente, vienen unos tras otros, los lugares de Ayja, Llactabamba, centro poblado de Hualalay y Quichua, van quedando al fondo; formando el verde valle de árboles y alfalfares, propios de esta estación de verano del mes de Agosto. Luego, recojo mi mirada y me echo a recorrer por encima de los parajes de Alaypampa, Parga, Rumbamba, Ahua, que todavía ensombrecidas por las penumbras, de los rayos de color de limón, que desciende del sol de la mañana, que lentamente recién va creciendo y bañando de claridad las vertientes del cerro de Angollca, como una falda llena de coloradas manzanas, por solearse sobre las tierras arenosas de Alaypampa y Hualgayoc. La mañana de aquel día, la mañana empieza a desbordarse, en raudos destellos purpurinos, sobre todas las alturas. Las sombras, se van consumiendo por todo el valle; como si alguien la barriera hacia las hondonadas, para arrinconarse en algunas de sus grietas abandonadas, a donde no llega la voz del silencio ni menos la caricia de la aurora. ¡Oh! Que admiración, ¡Qué! maravilla, regocijaba tanto y tanto mi alma, cuando sobre paré la mirada, para escudriñar mejor a la distancia... entonces observé, frente a mí, las vertientes del cerro de Angollca, se deslizaban sus peñas cuesta abajo, hasta llegar al verde oscuro valle que aún todavía dormía, esperando la naciente mañana. El sol, desde la cumbre mas alta, con el abanico de sus rayos, iba ganando cada vez más y más a la fresca sombra, que se encontraba cansada y recostada, sobre la inclinada cuesta del frente y con mayor precisión y detenimiento contemplaba el lugar denominado “TAPUGON”, que al profundizarme percibía, sentir aflorar los más profundos recuerdos, sobre aquel verdor de sus alisos, sobre aquel verdor de sus eucaliptos; y aun más, de aquel frondoso eucalipto que había crecido en el centro mismo del terreno, junto a la serpenteante carretera afirmada, tenia una base gruesa de tallo, de tres metros de diámetro aproximadamente, sus raíces se bifurcaban dentro de la tierra a varios metros de distancia, para ser más sólida su resistencia a los vientos; y una altura de más de cien metros de alto con una amplia frondosidad de sus ramas, que por su antigüedad de siglos, lozanía y forma característica que mantenía, era admirado por los transeúntes, que diariamente pasaban por debajo de su sombra; ya que, tenía exactamente la forma de un árbol de Navidad de gran tamaño. Precisamente el atractivo primordial era ese árbol, ese árbol único y característico, testimonio de mis antepasados; se distinguía a lo lejos, el resplandor de sus verduscas hojas plateadas, y la penumbra de algunos siglos, escribía su propia y larga historia; en ese paisaje sin par, completaba el cuadro pintoresco del lugar; que en su conjunto discurría por las profundidades de mi sangre, como tantos manojos de hierbas y variados hacecillos florales que se guardaban durante tantos años en el mismo centro de la pileta de mi alma. Recreando la mirada, sobre aquellos árboles, alegremente la profundice dentro de sus ramas y luego observé que dentro de la verdusca obra de arte natural del paisaje, se ubicaba la casa de campo, llamada por todos mis familiares y habitantes del lugar; y hoy también, por mí, como la “CASA DE TAPUGÓN”, como la pequeña morada del recuerdo, como el rincón de mis sueños, como, algo, que se ocultaba en el fondo de mi corazón; mas aún, se distinguía, su construcción de adobe y barro, expuestos a los efectos del tiempo a lo lejos y también confusamente se apreciaba a lo distante sus envejecidos tejados, de mi antiguo firmamento. Toda esta pintura artística natural, se resumía en un solo ramillete florido de la memoria del pasado y que discretamente se escondía, en el hoyo más insondable y sagrado de la cavidad de mi pecho; como una huella impregnada en el cielo y regadas por las arterias de mi cuerpo; y que, tendida a la pálida luz del sol, descansa sobre un pedazo de lienzo gualdado y fragancioso, que abraza la fugas dicha, como a un niño de carita inocente, sonriente; bajo la sombra de tantos años atrás, de tantos recuerdos, que poco a poco se van borroneando en el inevitable olvido.”......( continúa )

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